
Una hora difícil
La realidad social y económica duele y son muchos los que encuentran dificultades para llevar lo necesario para vivir a la mesa.
Lo político nos encuentra con cambios en las estructuras de gobierno, pero a la vez con las divisiones explicitadas a flor de piel, con unos muy entusiasmados y otros abatidos. Lo mediático y las redes son un torbellindo de información, noticias, comentarios, haters, opiniones, postverdades, fake news… verdaderas cloacas de sentido donde se vuelca lo peor de nosotros mismos…
El mundo es un conflicto ardiendo. El horizonte es por lo menos desalentador.¿Cómo podemos celebrar en esta Navidad? ¿Cómo podemos valorar esta hora que nos toca vivir?
¿Se puede celebrar así?
¿Qué vamos a celebrar en este contexto? Es verdad que nuestra Fe es una Fe encarnada, la certeza de un Dios presente en nuestra historia y en nuestra humanidad. Y allí radica nuestra esperanza. Esperanza que no consiste en pensar que todo saldrá bien magicamente, sino que lo que vamos viviendo y haciendo tiene sentido. Que vale la pena… aunque a veces cueste verlo.
El tema es ese… que a veces cuesta verlo. Cuesta reconocerlo en nuestra “humana piel dispuesta a desamores” como dice la canción ¡Oh TierraCielo! Del Padre Eduardo Meana. Cuesta, cuando falta la alegría.
En la escena bíblica de las bodas de Caná (Jn 2, 1-11), una boda estaba teniendo lugar allì en Caná de Galilea a donde habían sido invitados Jesùs, Marìa y los discípulos. Pero resultaba imposible celebrar como correspondía, porque faltaba ese elemento que ayer y hoy significa la alegría en una fiesta: el vino.
¿Cual es la hora precisa?
Con ese panorama es María la primera en ver la necesidad, la falta de alegría. Y directamente encara a Jesús. Directamente le explicita, le pone frente a sus propios ojos la realidad: “No tienen vino”
¿Tenemos esa capacidad de ver la realidad con tanta claridad como María? Y si la vemos… ¿tenemos la capacidad de comunicarla a quien debemos?
María no duda. Sabe que es Jesús el interlocutor más válido siempre, cuando falta la alegría.
Pero la reacción de Jesús es en un comienzo desconcertante: no es mi hora dice, y toda la humanidad con él siente ese quiebre y ese desarraigo que se describe al comienzo de esta nota
¿Cuál es la hora en la que debemos intervenir? ¿Cuál es la hora que esperamos? ¿son estos tiempos mejores, peores, diferentes a los que nos precedieron?
El Cardenal Pironio, con mirada profética decía que debemos amar la hora que nos toca vivir…y Silvio Rodriguez en su canción “Solo el amor” dice que la arcilla que va en nuestras manos es la que debemos amar, pues sino no vale la pena emprenderla
María sabe esto y por eso hace caso omiso a esa frase de Jesús, porque en realidad su hora será aquella en la que sea necesario responder a la realidad. En cambio, convierte a esa hora en su hora y les pide a los servidores que “hagan lo que él les diga”
Lo que Él les diga
Superadas las dudas sobre la hora, más por impulso de María que por convicciones propias, Jesús interviene y hace lo que mejor sabe hacer: ayuda a mirar lo cotidiano, lo sencillo, lo que está a la mano, de otra manera.
Les pide a los servidores que llenen las tinajas que se usaban para la purificación. En esto, todo un símbolo: lo que antes era motivo de limpieza, de pureza ritual, de ascesis practicada con detallismo, Jesús lo convierte en el contenedor de la nueva alegría que faltaba, subvirtiendo su significado. Lo último que vino a hacer Jesús fue a proponer nuevas leyes y normas a cumplir sin pensar y sin sentir.
Jesús vino a darle sabor a la vida. Vino a recordarnos que estamos vivos cuando somos una comunidad que celebrar el amor que vive. Un amor que no se puede vivir a espaldas del sufrimiento de los hermanos. Que no sabe celebrar hasta que no está hasta el último celebrando en la fiesta.
Lo mejor está por venir
Desconcertado, el encargado prueba el agua transformada en vino y descubre que, inexplicablemente, los novios han dejado el mejor vino para el final. Así es Dios. Nos tiene guardado lo mejor, que aún está por venir. No debemos mirar atrás en una nostalgia que nos priva de dar pasos. La hora que nos toca es la más hermosa, por que es esa en la que nos es posible vivir, amar, darlo todo. Con Jesús, queremos ponernos silenciosamente a servir para la alegría del Pueblo.
En la Vicaría de Juventud, durante 2020 queremos ponernos al servicio de la alegría de los jóvenes, siguiendo lo que Jesús nos diga. Que así sea.
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